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La familia de Luis y Celia – Carta n°44

13 de diciembre de 2020

« No puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí. ¡Lo amo !… ¡porque  no es más que  amor y misericordia! » De Teresita al abate Bellière (LT 266)

 Un niño pequeño !¡Ah ! Cómo no ser atraído hacia Dios que se ha anonadado así !¡Un niñito es muy digno de amor !»  De Luis Martin a su hija Sor Inés, Paulina. (Celina Martin  « Mes  saints parents Louis et Zélie Martin », Le Cerf, Paris, 2016, p.29)

Pocos días antes de Navidad…

La Natividad, cuadro de Celina Martin

 ¿Cómo no meditar las anteriores palabras  de Luis y Teresita?
Las de Teresita, escritas a mano en una estampa, la última que pintó y que dejó al abate Bellière como « herencia » y las de Luis, su padre, dichas a su hija, Sor Inés, en el locutorio del Carmelo el día de Navidad.
Palabras de ambos al final de sus vidas, como si quisieran transmitir algo esencial referido al Señor y a su misterio. Un mensaje que puede unirse al del Papa Francisco en su carta apostólica « Admirabile signum » sobre el significado y el valor del Belén, firmada en Greccio el 1 de diciembre de 2019:

        « Dios se presenta así, en un niño, para ser acogido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así : en Jesús, Dios se ha hecho niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos  a todos. »


Papa Francisco, audiencia general del 27 de mayo de 2013, Reuters

Sí  bien es cierto que  este descubrimiento de un Dios que se ha hecho tan pequeño por  nosotros nos invita a reconciliarnos con nuestra pequeñez  y nuestra pobreza,  -el caminito espiritual de Teresita tiene en esto su fundamento-  no  lo es menos  que este anonadamiento de  Dios no se explica más que por su amor,  que lo ha llevado a hacerse semejante a los hombres.. Pero este  anonadamiento nos llama a una respuesta de amor : »Al amor sólo se paga con amor. » Y la calidad de esta respuesta es la que da fuerza al testimonio de Teresita, a su deseo extremo de amar y de demostrar este amor. A los que  se sientan tentados a olvidar esta exigencia, Teresita les  dice : » Cuántas almas dicen : no tengo fuerzas para hacer tal sacrificio. Pues que hagan lo que yo hice: un gran  esfuerzo. Dios  nunca  niega  esta primera gracia que da el valor para actuar. » (Últimas Conversaciones 8.8.3)
Llamada a no quedarse en palabras cuando se trata de amar.

Amar  al Señor:

« Vivir de amor es darse  sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
Yo doy sin llevar cuentas, muy segura de que en el amor el cálculo no entra…
Lo he dado todo al Corazón divino,
Pura ternura… ; así ligera voy
sin más carga que mi única riqueza :
Vivir de amor. »

Amar  a los  demás :

« Vivir de amor es navegar sin tregua,
sembrando paz y gozo en todos los corazones.
Me urge la caridad,  Piloto amado,
pues te veo en las almas de mis hermanas.
La caridad me guía, es mi estrella,
con su luz voy navegando sin error
Mi divisa está escrita en mis velas :
Vivir de amor.

« Vivir de Amor. » (Fragmentos de la Poesía nº 17  de Teresita)

Pistas para nuestra oración personal o en grupo:

Para orar:

Meditemos, por ejemplo, el admirable anonadamiento de Cristo (Filipenses 2,6-11) y no vacilemos en aprender o escuchar la Poesía nº 17  de Teresita « Vivir de Amor», musicalizada bellamente por diversos compositores.

« Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre. »

 ¡Dejemos que la oración se desarrolle en nosotros!


El Espíritu Santo, detalle del Cordero Místico, Van Eyck