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La familia de Luis y Celia – Carta n°37

13 de mayo de 2020

Confinamiento, desconfinamiento. Hay palabras que, de repente, emergen de su silencio y ocupan todas las conversaciones. En el momento en el que el segundo término tiende a prevalecer sobre el primero, me vienen a la mente dos recuerdos de desconfinamiento.

Recuerdos de desconfinamiento

El primero, modesto, se vivió en casa de la familia Martin el mismo año del nacimiento de santa Teresita, con María, la hija mayor de la familia, que «estuvo en cuarentena» a causa de una fiebre tifoidea, particularmente mortífera en algunas provincias vecinas. Por esta situación, Paulina, su hermana, no pudo ir a pasar las vacaciones de Pascua con la familia, sino que permaneció en el pensionado de Le Mans.

A causa de ello, santa Celia le escribió el 14 de mayo de 1873: «Tenemos que esperar aún quince días. Es mucho tiempo porque todos nosotros tenemos enormes ganas de verte. Yo ya no puedo aguantarlas, tengo que darte un abrazo a cualquier precio.» CF 101

Desbordamiento de ternura de una madre por su hija que desea compartir con otros. Por eso, invita a la familia de Lisieux a que venga a vivir con ellos estos momentos de reencuentro: «Paulina, que no ha tenido vacaciones de Pascua, llega el sábado por la tarde para pasar ocho días con nosotros.[…] Si pudieseis venir a estar dichos días con nosotros[…] ¡sería inmensamente feliz!» CF 103.

Este testimonio nos une en la felicidad de comenzar a encontrarnos después de ocho semanas de confinamiento. Ahora tenemos más conciencia de que debemos preocuparnos más los unos de los otros. ¡Es hora de atrevernos a la ternura!

El segundo recuerdo de desconfinamiento es de orden fundador y toma su sentido del tiempo litúrgico actual.

Entre Pascua y Pentecostés, la Iglesia primitiva pasó del encierro por miedo y desánimo a la confianza y a la audacia bajo la acción de Espíritu Santo.

Los Hechos de los Apóstoles nos dicen: la Virgen María estaba en el Cenáculo y participaba con ellos en la oración. Ella, que se dejó cubrir por el Espíritu Santo, intercede por la Iglesia para que, a su vez, se deje llenar por Cristo y enviar por el Espíritu.

Este desconfinamiento da sentido al mes de mayo, el mes de María.

El mes pasado os decíamos: «Mientras […] esperamos que la vida retome su curso normal en las próximas semanas, el riesgo será grande si seguimos como antes, sin aprender las lecciones de esta crisis y todo lo que nos revela de nosotros mismos y de nuestras sociedades.»

Una persona de la gran familia de Luis y Celia lo expresó en una oración que confío estos días al Santuario y que podemos hacer nuestra: «¡Qué el Señor extinga esta pandemia y ponga en el corazón de los hombres la bondad, la compasión, la solidaridad, y la comprensión necesarias para que, en adelante, sepan comportarse con los demás y con el planeta!»

Presentimos que los meses que se abren ante nosotros van a ser difíciles, pero tendremos que aprovecharlos para ajustar nuestras vidas. Por eso, con la Virgen de la Sonrisa, invoquemos al Espíritu Santo para recibir la fuerza que necesitamos de Dios para afrontar cualquier situación.

A la escucha de la Palabra de Dios

Del Evangelio según San Lucas (Lc 12, 54-57)

Decía también a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: ‘Va a caer un aguacero’ y así sucede. […] Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?»

Pistas para nuestra oración personal o en grupo

Para alimentar nuestra oración personal o comunitaria

Invoquemos al Espíritu Santo y a la Virgen María con una oración o un canto que nos guste.

Podéis contar con las oraciones de los miembros del Santuario de Luis y Celia de Alençon.

P. Thierry Hénault-Morel, rector del Santuario