La familia de Luis y Celia – Carta n°34
13 de febrero de 2020
«Esto no me impide rezar mucho para que la Santísima Virgen me cure: estoy esperando con gran impaciencia que haya una peregrinación a Lourdes y, si soy necesaria para mi familia, ciertamente me curaré, pues fe no me falta. Tampoco me faltan ganas de vivir: hace ya algún tiempo que me sonreía el porvenir.» Celía Martin a su cuñada, Celina Guérin, el 28 de febrero de 1877 (CF. 186)
Un mes de febrero cercano a las personas enfermas
En este mes de febrero en el que celebramos la Jornada Mundial de los Enfermos el día 11, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, y el 18 la de santa Bernardita, vamos a recordar el camino que Celia recorrió con su cáncer, uniéndonos a todas las personas que son probadas en su salud y a las que las cuidan…
Después del diagnóstico alarmente del Dr. Prévost en octubre de 1876, por el dolor que sentía en su pecho, Celia no tiene ninguna duda de la gravedad de su estado. Además, dicho diagnóstico fue confirmado por el Dr. Notta, toda una autoridad como médico en Lisieux. «Él piensa que fue una pena que no se hiciera la operación, pero ahora es demasiado tarde» escribe Celia a su marido. Y termina poniéndose en las manos de Dios: «Así que pongámonos en manos de Dios, que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene…» (24 de diciembre de 1876, CF. 179)
En junio de 1877, Celia peregrina a Lourdes con sus tres hijas mayores para pedir la gracia de su curación física y la curación espiritual de Leonia: «Al menos, si la Santísima Virgen no me cura, le suplicaré que cure a mi hija, que abra su inteligencia y que la haga santa» (CF 206) A la vuelta, Celia confiesa: «No he sido curada, al contrario, el mal se ha agravado». (A su hermano y cuñada, 24 junio 1877 CF. 209) Pero Luis «Se quedó muy sorprendido al verme volver tan alegre como si hubiese alcanzado la gracia anhelada. Esto le devolvió los ánimos y trajo el buen humor a casa.» (A su hija Paulina, 27 de junio de 1877, CF 210)
Como para muchos enfermos, a los sufrimientos físicos, cada vez más duros, se unen en ella los espirituales. El 27 de junio, un mes antes de su muerte, Celia escribe a su hermano: «Imploraba a todos los santos del cielo, uno tras otro, ¡y ninguno me respondía! […] Luis, María y la criada se quedaron a mi lado. De vez en cuando, mi pobre Luis me cogía en brazos como a una niña.» (CF 216)
A pesar de sus dolores, Celia no abandona su rosario y admira a todos por su valentía y coraje. Así oraba aquellos días terribles: «Dios mío que me has creado, ten piedad de mí.» El 26 de agosto recibe la Extremaunción y al día siguiente entrega su alma a Dios, entra en la vida -como diría más tarde su hija santa Teresita- a las doce y media de la noche.
Si su oración por su curación no fue escuchada, constatamos, en cambio, que lo fue en lo que respecta a Leonia.
«Venid a Mí…»
En el mensaje de de la Jornada Mundial de los Enfermos, que glosa la siguiente frase de Jesús del evangelio de san Mateo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.» (Mt 11, 28), el Papa Francisco comenta: «Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos, pecadores, marginados… del peso de la ley del sistema social opresivo… Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra, ¡una palabra que da esperanza!»
[…] «En esta tarea de procurar alivio a los hermanos enfermos se sitúa el servicio de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, personal sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que actúan con competencia, haciendo sentir la presencia de Cristo, que ofrece consuelo y se hace cargo de la persona enferma, curando sus heridas.»
A la escucha de la palabre de Dios (Mt 11, 25-30)
En aquel momento, tomó Jesús la palabra, dijo: « Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce bien al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Apuntes para nuestra oración personal o en grupo
- Si nos enfrentarnos a nuestra a enfermedad o a la de uno de nuestros familiares ¿escuchamos esta llamada del Señor de « Venid a mí»? Nos repite que la carga, el yugo de nuestra vida lo lleva con nosotros.
- Sin embargo, tanto la enfermedad como el sufrimiento que padecemos nosotros mismos o los que soportan los que acompañamos o por los que rezamos, nos dejan a menudo en total pobreza.
- Como Job, que en lo peor de sus pruebas respondió a sus torpes amigos: «Escuchadme y quedaréis pasmados y os llevaréis la mano a la boca», pongamos nuestra confianza en el Señor y entremos en el silencio de una oración atenta y de una presencia amorosa. (Job 21,5 ; 29,9)
Podéis contar con las oraciones de los miembros del Santuario de Luis y Celia de Alençon.
P. Thierry Hénault-Morel, rector del Santuario